Putas con buen cuerpo Quibdó
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De un momento a otro, el cielo de Quibdó cambia de oscuro a brillante, como si alguien en las alturas cerrara y abriera caprichosamente las cortinillas de un reflector. Por eso se me antoja que el clima es engañoso. Transcurridos algunos minutos, se extingue la lluvia y la vida sigue sucediendo como si nada.
El calor fatiga a fuego lento. Y ese aguacero tan esperado es probable que aparezca a la mañana siguiente, aunque en forma de una llovizna afilada, casi imperceptible a la vista, pero engorrosa para la piel. Ahora no hay sol ni lluvia. El calor es incipiente. Un desfile de taxis amarillos ofrecen sus servicios a los recién llegados.
Hemos llegado a Quibdó en plena efervescencia de las Fiestas de San Pacho, que el año pasado fueron declaradas por la Unesco Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, por lo cual se presume que los quibdoseños no han ahorrado esfuerzos para botar la casa por la ventana.
En cada tramo del desfile, los hijos de los turistas saltan al ruedo para tomarse fotos o hacerse videos con los integrantes de las comparsas, cuyas vestimentas son imposibles de no apreciar, dada la majestuosidad y laboriosidad conque fueron confeccionadas, lejanas de la procacidad o de la imagen burlesca y estridente de otros carnavales.
La mayoría de los motivos hacen alusión a los guerreros de las tribus africanas, en tanto que una minoría revive la elegancia de las cortes españolas de los tiempos de la invasión ibérica a las tierras suramericanas. Algunas tarimas de empresas comerciales fueron armadas a orillas del malecón, pero mirando a la avenida, como balcones privilegiados para que ciertos invitados especiales aprecien las comparsas sin que los agredan los rayos del sol.