Citas secretas Lagos
Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Otras chicas encantadoras: Mujeres calientes Esposende, Sexo a cuatro manos San Fernando de Henares, Paginas de contactos Barajas de Madrid
Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejó pasar los ministerios el rosa, el blanco y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente.
Fue como dormirse de golpe. Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla, y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un choque terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada.
Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra.
El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie.