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No hay ciudad en el mundo que haya sustituido los buses por trenes. En realidad, no es necesario, porque ambos modos de transporte son complementarios. No vamos a ocultarlo: el MIO se ha vuelto uno de los principales dolores de cabeza de los caleños.
Oferta de buses insuficiente, inseguridad, colados, invasión a los carriles exclusivos, vandalismo y una seguidilla de problemas derivados de la caída en la demanda del sistema a partir de la pandemia y de la que es una muy segura falta de acción oportuna de sus gestores. Es muy diciente que empezando el cuarto año de este gobierno se haya, por fin, tomado alguna decisión para enfrentar la crisis. Suena fascinante, pero me temo que hay una falla en esa lógica: el metro no es sustituto del MIO.
Nadie quiere defender a unos sistemas defectuosos, muchos montados en el argumento opaco de que era mejor el metro. Sin embargo, en estalló la crisis financiera de finales del siglo pasado y el Estado se vio limitado para impulsar estos sistemas de transporte urbanos. Sospecho que si en Cali se hubiera hecho el metro, habría experimentado los mismos problemas financieros ante la incapacidad legal de subsidiar tarifas. Con un arreglo legal de , se autorizó a los entes territoriales a subsidiar los pasajes.
Solo hasta se logró un acuerdo para financiar el diferencial tarifario y darle al sistema sostenibilidad. Sin embargo, dos años después llegó la pandemia y todo se echó a perder. La competencia del MIO y el metro no existe. De hecho, debe combatirse esa idea demagógica que sugiere que son sustitutos. No lo son. Esto debe hacerse mientras se avanza en el tren de cercanías, que no es otra cosa que un metro que permite integrar a Cali de sur a norte con Jamundí.
Cali se debe subir al tren y eso no tiene nada que ver con recuperar al sistema de buses. No nos debe doler subsidiar la tarifa de los usuarios porque esa es la garantía de que por las calles de Cali no vamos a volver a tener el caos de cientos de miles de buses compitiendo en una guerra abierta por los pasajeros.