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El siglo XVIII novohispano, sobre todo a partir de la segunda mitad, se distingue por un auge de las expresiones populares de todo tipo, donde predomina un tono jocoso-erótico, que se mezcla con un fuerte sentimiento anticlerical. Se bailaba en las casas particulares de la ciudad, en las plazuelas, en las vecindades, en las casas de campo, en las cocinas, en las calles y en los callejones de la Campana y de Palo ordo.
A veces se introducen hasta en los conventos Pan de Jarabe y las misas oficiales El chuchumbé y Pan de Jarabe. La difusión y la frecuencia de las denuncias sobre los bailes muestran cómo, a pesar de la complejidad de la sociedad virreinal novohispana por la diversidad de culturas que albergaba en su territorio, la interacción entre las diferentes etnias habría también dado frutos en la creación de nuevas formas de convivencia cultural a la orilla del poder, las cuales servían como tegumento para la conformación de un imaginario novohispano.
Los documentos inquisitoriales muestran la efervescencia de una cultura popular bullanguera, provocadora y satírica que se ve marcada por un erotismo exacerbado, obsceno tanto en España como en el virreinato.
Esto se observa en la carta que envía el comisario en Veracruz sobre El chuchumbé:. Llama la atención en las frecuentes denuncias hechas ante la Inquisición, la minuciosidad de las descripciones del modo de bailar y los gestos considerados como lascivos y obscenos por ser ofensivos a las buenas costumbres.