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Claudia Rosas Lauro. Juan José Arriola El discurso ilustrado imagina a la mujer, sueña cómo debe ser, la inventa desde una mirada masculina. Una mirada de hombres de élite, de hombres de cultura que creen tener el poder de crear a la mujer a la imagen y semejanza de su ideal femenino. La mujer es centro de un encarnizado debate en que se trata de dilucidar su naturaleza misteriosa y normar su rol en la sociedad. Ellos se dirigen, principalmente, a sus esposas y a sus hijas.
La mujer de los ilustrados peruanos no es un ser abstracto, adquiere una forma particular, pues se concreta en el estereotipo de la mujer de élite, de la criolla limeña. En este sentido, su discurso expresa el proceso de construcción de una identidad propia manifestada en un nacionalismo criollo consolidado en las postrimerías del período colonial.
Se trataba, entonces, de una representación criolla de la mujer[1]. El artículo explora las diversas facetas que adopta la mujer en el discurso ilustrado, que hace de la prensa el medio para ejercer su función pedagógica y docente.
Los ilustrados peruanos realmente estaban educando al bello sexo a través de los periódicos. Un primer aspecto de esta representación es la misteriosa y temible sexualidad femenina, que debía ser regulada mediante el honor y el recato.
La belleza y la seducción son vistas como formas de poder que se expresaban en usos y costumbres femeninas como la vestimenta y la cosmética. Otro elemento central en la configuración de la imagen femenina es el matrimonio, que nos permite incursionar en temas como el amor y la fidelidad conyugal.