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Escribir desde una perspectiva femenina durante el siglo xvii novohispano fue una tarea difícil para las mujeres cuyo nacimiento y decisión de tomar el estado religioso les hicieron accesible la educación y la escritura. Tomar la pluma no fue una vocación sino a veces una imposición del confesor. El resultado era escudriñado por varias personas en busca de posibles transgresiones o para aseverar la ortodoxia de lo escrito. La libertad no era prerrogativa de la vida ni del intelecto conventual.
El estricto control físico y espiritual sobre la escritura de las religiosas se basaba en varias premisas teológicas del cristianismo de esa época. Aun la lectura estaba supervisada de modo que lo no ortodoxo tampoco tocara la mente de la religiosa y confundiera su presuntamente limitada capacidad de comprender temas abstrusos que la pudieran llevar a herejías. Esta estrecha demarcación del espacio intelectual de la religiosa de la contrarreforma católica fue impuesta a la mayoría de las monjas novohispanas.
Tanto las crónicas de conventos como las biografías de varias monjas notables de este siglo fueron obra de hombres que utilizaron los escritos elaborados por las religiosas véase Ramos Medina. Mas, la ausencia de protagonismo femenino no es completa. Existen, por ejemplo, cartas autógrafas recobradas de cientos de legajos históricos; a pesar de no ser muy cuantiosas y de provenir de varias plumas, nos permiten atisbar modalidades propias de la expresión femenina.
El artículo "La celda y el convento: una perspectiva femenina en el siglo xvii ", de Asunción Lavrin, se publicó originalmente en Historia de la literatura mexicana. La cultura letrada en la Nueva España del siglo xvii, coord. La vocación religiosa: La celda como el mundo de elección. Para evocar el mundo del claustro es apropiado comenzar con la elección de una vida religiosa. La decisión de profesar como la culminación de una vocación ha sido un tema muy debatido.
Ello no era visto como algo excepcional en el siglo xvii , pues se creía que algunos estaban llamados por Dios para el digno privilegio de su servicio. Como parte del esquema mental de la época, así como uno de los pocos estados honoríficos para la élite colonial, algunos padres dedicaron a sus hijas al estado religioso sin niguna duda sobre la validez de su decisión.