Putas populares Funchal
Durante mucho tiempo hubo una lucha para que la prostitutas saliera de la zona central de Funchal donde estaban los marineros, el puerto y donde atracaban los botes cargados. 😘 Más chicas lindas: Chats eróticos Brussels, Ligar sin compromiso Arrecife, Sexo en la playa Valdepeñas
Lejos de la Madeira solaz, la de mayor encanto, la de casas señoriales, existe una Madeira desconocida para los nativos y turistas curtidos en aquello de fisgonear sociedades. Se trata de una isla en el olvido, sepultada por orden y mandato del dictador Salazar, quien intentó borrar de golpe las marcas del despiporre en una porción de país que sucumbía, en silencio, a la prostitución. Porque esta tierra, que parece destinada a ser un lugar de paso, por mucho tiempo fue esclava de los placeres de la carne, del ardor de la desnudez.
El apetito era tal, que existían casas de prostitución en cuanto establecimiento de luces oxidadas había en Funchal. Entre y , recoge el Registro de Alvaras, fueron emitidas licencias para casas toleradas, prostíbulos que no tenían otro propósito distinto al de satisfacer a los hombres de familias «honestas», cabezas de hogares acomodados, que buscaban en la calle lo que se le prohibía en casa.
Era una ocupación muy obvia en la isla y no necesariamente de reciente data. Ya en la iglesia aseguraba que Madeira tenía tres plagas: los ratones, las pulgas y las meretrices. Hay quienes creen que eran un mal necesario. Entonces se pensaba que las mujeres realengas tenían genes torcidos y parecían predestinadas a la mala vida. En , Salazar mandó a quemar todo registro que existiese acerca de la prostitución. Su cólera y bravuconería fueron desmedidas.
Con la promulgación de la ley se prohibieron, clausuran y confiscaron decenas de casas. El dictador buscaba, a toda costa, espantarle la fama mal habida a Madeira: la de un territorio de fornicación, que empañaba la moral de Portugal.
El reglamento incluso prohibía a las meretrices proferir palabras obscenas, asomarse a las ventanas y reproducir gestos concupiscentes. No podían llevar trajes que dejaran al desnudo sus carnes. También se les prohibió divagar por las calles y plazas para provocar a los hombres. Cuando las meretrices venían de afuera, de Francia y de España, como ocurría en algunos casos, se instalaban en los prostíbulos de Funchal.