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El rechazo sexual de la persona amada es una herida que a algunas personas les cuesta soportar. A la que nunca se debe renunciar. He aquí el testimonio recogido por Pamela Dell'Orto. La primera vez que mi marido me dijo "no" me sentí fatal, pero intenté reírme, porque al fin y al cabo soy una persona de espíritu jovial. Aunque estaba destrozada, tenía muchas ganas de hacerle el amor, no había pensado en otra cosa en todo el día, en el momento en que por fin estaríamos solos en el dormitorio.
Algo así no me lo esperaba. Quise gritarle que tenía ganas, pero pensé que era contraproducente, así que fingí no hacerlo. El segundo rechazo fue peor que el primero, porque empecé a preguntarme si mi marido ya no me quería, si había problemas de los que nunca me había dado cuenta.
Luego vino el tercero, el cuarto En un instante había llegado a los diez "noes". Darme cuenta de que mi hombre ya no me quería fue un shock. Me di cuenta de que me había vuelto transparente a sus ojos, me sentía una mujer incompleta. Al final, yo también me rendí y dejé de contar sus "noes".
Nunca pensé que llegaría tan lejos, a mis 37 años, yo que soy una mujer guapa, estoy sana, tengo un cuerpo tonificado y siempre me he entendido perfectamente con todas mis parejas, pero especialmente con él. Incluso después del nacimiento de nuestras dos niñas, que ahora tienen seis y cuatro años.
Por supuesto, con ellas correteando por casa, con nuestros nuevos compromisos y ese nuevo equilibrio que hay que encontrar entre ser marido y mujer y padres, entre nuestras carreras y la familia, ya no hacíamos el amor como antes. Y ahora aquí estamos, como dos completos desconocidos. No es el hecho de que desde fuera la nuestra parezca una unión perfecta, una familia perfecta, que para todos nuestros amigos seamos una pareja unida.