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Crónicas , Relatos , Running , Spartathlon , Ultrarunning. Diego se presentó en la linea de partida del Spartathlon por primera vez y por esas cosas del destino le ha tocado vivir una de las peores ediciones de la historia, sino la peor. Diego Rojo Garrido estuvo en ese selecto grupo de vencedores que lograron, a pesar de todo, llegar hasta los pies de Leónidas. Una gesta digna de los héroes de la Grecia antigua que en espiritulibre nunca olvidaremos. Mucho se ha hablado de la soledad del corredor de fondo y, por extensión, de ultrafondo.
Aunque yo me he sentido así en numerosas ocasiones, tanto entrenando como compitiendo, la preparación y la disputa del Spartathlon , ha marcado un antes y un después como corredor popular y como persona.
A partir de entonces, y antes de la llegada de la noche, se desató el infierno. Comenzaron las lluvias torrenciales, el frío por el viento intenso, los pies permanentemente empapados al cruzar las numerosas balsas de agua, y la organización desbordada en algunos controles, donde no había agua caliente para poder tomar una sopa o un té que te reconfortaran por dentro, ya que por fuera no había nada que hacer.
Como no había nada caliente que tomar en el avituallamiento, y el estómago me empezaba a dar problemas por el frío, decidimos meternos dentro de un bar y comer algo a cubierto mientras mi hermana, siempre atenta a mis necesidades, me ayudaba a cambiarme. El paso por la montaña fue como entrar en una película de Hitchcock… una niebla densa en la subida y la bajada que apenas te dejaba vislumbrar lo que había por delante y que reflejaba la luz del frontal.
Sobrevivir a las piedras que me martirizaban la planta del pie, pero que no me atrevía a pararme a sacar por miedo a no poder volver a calzarme las zapatillas o entrar en hipotermia por la parada. La entrada en Esparta no fue gloriosa, sino agónica, porque aquellas avenidas no se acababan nunca, y la carretera era literalmente un río en el que íbamos chapoteando …sigue nadando!