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Martes, 16 de febrero , Dennis Hof, de 69 años, viene de una familia humilde de Arizona y tuvo su primer empleo en una gasolinera.
Pronto se compró su propia estación de servicio, al cabo de unos años ya poseía cinco y en descubrió el sector del relax: había escasez de petróleo, con interminables colas frente a los surtidores, y Hof llegó a un acuerdo con una casa de masajes, por el que reservaba combustible a las trabajadoras a cambio de servicios gratuitos.
Hay tantos Dennis Hof contrató como chófer y camarero a John Bobbitt, aquel desgraciado al que su esposa cercenó el falo, que después acabaría haciendo pelis porno como Frankenpenis.
Dennis Hof ofreció sexo gratis a los primeros cincuenta veteranos de Irak que se presentasen en el burdel. Y, en fin, Dennis Hof organizó el concurso Échale un polvo a mi abuelo, en el que se impuso Johnny Orris, un encantador caballero de 86 años que llevaba una década viudo y abstinente.
Se atragantó con la carne y murió, y lo peor es que su nieto, que le había presentado al concurso y le hacía de acompañante, decidió no desperdiciar el bono del premio y lo usó aquella misma tarde. Pero no nos desviemos: Hof, algo así como la voz del sexo industrial en Estados Unidos, lo mismo puede hablar de sus experiencias de cama con cuatro mil mujeres sí, 4. O, ejem, «nunca penetro por primera vez a una mujer sin proporcionarle al menos ocho orgasmos».