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Dos días son pocos para gozar de la isla de Madeira. Frondosa, generosa y verde, Madeira bien podría ser la hermana portuguesa de las Islas Canarias. Perfecta para una escapada de fin de semana, pero también para estirarla hasta una semana, la isla de Madeira atrapa.
Funcional, accesible y bien comunicada por carretera , el mito macaronésico de islas complejas y lejanas ya es un recuerdo del pasado cuando se habla de Madeira. Es tierra de vinos dulces. También de descubrir frutas tropicales que para el español sonarían a chino. Su nombre no engañaba. Madeira invita a madrugar. No recomendaríamos correr, sino alargar la estancia varios días, pero va en gustos.
Lo que sí aconsejamos, una vez en Funchal, es dejarnos caer por el Mercado dos Lavradores, en el centro de la ciudad, y donde dejarse atrapar por sus colores y esencias tropicales. Tras el affaire del mercado, no lejos recomendamos echar un vistazo a Bordal - Bordados da Madeira, una casa de bordados donde se sigue trabajando, pero que también tiene una parte museística.
En el camino a la Câmara de Lobos, una opción ideal para conocer de primera mano lo que el mar madeirense ofrece es parar a comer en el restaurante Vila do Peixe, con unas buenas vistas sobre la costa austral de la propia isla.
Aquí recomendamos probar los mariscos locales como las lapas y los langostinos, pero también las lulas calamares a la parrilla o atrevernos con alguna sopa de pescado. Madeira no abruma, pero Funchal, por ese agitamiento capitalino, puede resultar estresante. Esta técnica tiene que ver, sobre todo, con proteger a las uvas con las hojas y así evitar una excesiva maduración.