Sexo en el estadio Redondela
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Pablo Pazos. La noche del 18 de febrero, no es difícil suponer que a Abel Caballero le costó conciliar el sueño. Venía de sufrir un revolcón en las urnas, en unas elecciones, las autonómicas, donde formalmente no competía.
Pero sí lo hacía. Un resultado que escuece. Como haber perdido, en las locales de , la Diputación de Pontevedra. Y ver de nuevo al PP arrancar el curso en Soutomaior, donde Carmela Silva había ordenado retirar una placa en la que se mencionaba al padre de Alfonso Rueda. Caballero no pasa por su mejor momento. El alcalde siempre puede consolarse esgrimiendo que una mala racha la tiene cualquiera.
Le siguen llamando las televisiones nacionales y gobierna con mayoría absolutísima. Asus 77 años, no hace tanto dijo aspirar a seguir en el cargo ya centenario. Biología aparte, aun perdiendo un escaño en cada convocatoria, como ocurrió de al 23, lo tendría al alcance de la mano.
El contexto, en todo caso, no le ayuda. El 18F, el PSdeG se desplomó. Por lo de pronto, ha decidido prorrogar los Presupuestos Generales del Estado. Véase la conexión ferroviaria con Portugal, la salida sur. O la variante de Cerdedo. Con José Ramón Gómez Besteiro besando la locomotora. Ahora, la llegada de la alta velocidad entra en la categoría —parafraseando al ministro— de petición a Sus Majestades de Oriente.
Por no hablar de la costosa inversión para conectar directamente Vigo con Madrid. La solución: disparar a la Xunta. Como con la línea a Oporto, que en campaña dio pie a acusar a Rueda de agachar la cabeza ante Isabel Díaz Ayuso y su contrapropuesta Madrid-Lisboa. El viejo recurso de revolverse contra San Caetano no pasa de moda en el gobierno local vigués. A Caballero le habían sabido a cuerno quemado unas declaraciones de la delegada autonómica en Vigo.