Ligues rápidos Chamartín
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Te mudas a Madrid por alguna razón en concreto, o sin ninguna en especial, pero con voluntad de formar parte de una ciudad tan castiza e internacional como ésta. Da igual si es mucho equipaje de mano o poco, ganas o indecisión, invierno o verano. Venir de una ciudad de provincias a Madrid requiere un tratamiento gradual , lento, dejando que poco a poco los encantos del lugar seduzcan hasta que llegue ese punto en el que sientes que todas las canciones de Madrid hablan de ti.
Pero hay una cosa clara. Esa tierra de nadie y de todos formada por una telaraña urbana que parte desde la plaza que le da nombre. Esa zona castiza e internacional a diez minutos del centro que, sin embargo, es un mundo aparte.
Porque es un barrio-barrio , de los que ya no quedan. Tiene supermercados, para que no nos desorientemos demasiado con las costumbres de la globalización, pero también sus mercados, fruterías, ferreterías y hasta la colchonería Choni. Porque venir de una ciudad de provincias nos hace sentir a todos algo Paco Martínez Soria.
Porque ellos saben lo que es vivir de verdad en un barrio o en una ciudad de provincias. Porque tu abuelo sabe dónde es. Tu abuelo, que nunca ha estado en Madrid, te va a interrogar. Al menos indícale que te has largado a un sitio que le suena, a un barrio popular. Y como vas a desear matarlos, lo mejor es quitarse ese turismo cuanto antes. Porque tu vía de acceso al Retiro es la Cuesta de Moyano. Y no hay mayor amor a la literatura que los señores de esa calle vendiendo libros a finales de enero con el frío seco que hace en Madrid en esa época.
Y evitar entrar en el círculo vicioso y malvado de aquellos que confiesan tener todo lo bueno tan cerca que después nunca lo catan. Porque tienes el Teatro del Barrio en el ídem. Y el Teatro Español a cinco minutos al norte. Y la Casa Encendida. Y el Price. Y la Sala Mirador. Y La Escalera de Jacob. Es una institución en el mundo de las croquetas y el lacón con queso. Se llena. Porque es multicultural.