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Juan Manuel Jimenez Muñoz. Médico del Servicio Andaluz de Salud. Tengo 60 años, y ejerzo mi profesión desde hace Y este dato lo aporto por si alguien, a raíz de esta lectura, me quiere denunciar o poner una querella. El método científico, desde Galileo Galilei, nos ha sacado de las sombras. La electricidad, la radio, la televisión, los GPS, los teléfonos, los viajes espaciales, los antibióticos, las vacunas, los telescopios, la anestesia general, el saneamiento de las ciudades, la depuración del agua, las radiografías, las resonancias, los rascacielos, los aviones, los trenes, el cine, las fotografías, los ordenadores, y nuestra vida al completo, dependen de una ocurrencia de Galileo.
Una ocurrencia en tres pasos para averiguar entre todos cómo funciona el mundo: 1-Establecer una hipótesis plausible sobre un problema concreto. Qué tontería. Si como por arte de magia pudiésemos trasladar un habitante del año 1 hasta el año , apenas notaría diferencias en lo esencial de la vida: se adaptaría sin problema.
Gracias al método científico tenemos herramientas para erradicar una pandemia, o para hacerla soportable: la del coronavirus, por ejemplo. Gracias a la ciencia no hay viruela. Gracias a la ciencia no hay leprosos en Europa o son casos muy contados. Eso no es nuevo. Tarados los hubo siempre. Pero médicos y biólogos liderando imbéciles acientíficos y abjurando de la ciencia para adquirir una fama pasajera, eso nunca lo viví.
Y nunca pensé que mis ojos lo verían. Y nunca creí que los Colegios de Médicos, o de Biólogos, giraran la cabeza hacia otra parte y no alzaran su voz contra el medievalismo.
Por mucho título que tenga. Hace poco, sesenta imbéciles acudieron a Las Canarias para reunirse en una playa a contagiarse a propósito. Habían quedado por Internet. Y yo, desde mi muro, acuso a quienes deberían ser líderes sociales, y no lo son, de favorecer esos comportamientos criminales con sus discursos absurdos. No es época de división, ni de actuar cada uno a su bola.