Citas sin formalidades Fort Pienc
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Aunque descrito así alguien piense que los creadores del formato apuestan por un drama psicológico, la realidad es distinta. Muchos vienen de fuera y a pesar de las dificultades administrativas que deben sortear son imprescindibles para que el conjunto se mantenga activo. La inmigración y la necesidad de darle salida a través de mecanismos que garanticen la dignidad humana es una de estas situaciones a los que nos enfrentamos.
De lo que se trata es de dar una respuesta a la manera cómo se les acoge, de decir basta a planteamientos xenófobos que justifican el odio al diferente, de definir qué significa solidaridad interterritorial y de que se regularice su situación cuando una vez asentados entre nosotros realizan trabajos que nadie cuestiona y su contribución es necesaria, como la de cualquier otro ciudadano, para asegurar la viabilidad de las prestaciones que garantizan el estado del bienestar. En Catalunya se calcula que hay unas No son indeseables ni delincuentes, sino personas que aspiran a construir un futuro como cualquiera de nosostros.
De hecho, es una parte substancial del discurso político en las sociedades occidentales y por supuesto también en España, con declaraciones y mensajes en las redes que vinculan migración con inseguridad y tratan de convertir una realidad imparable en un problema de primer orden, que azuza el miedo de la ciudadanía de una forma irracional e injustificada.
No hace falta ser extremadamente perspicaz ni ir a las hemerotecas para justificarla. Hay ejemplos recientes en las redes sociales. Por ejemplo, las reacciones de odio amparadas en el anonimato por el asesinato del niño Mateo en Mocejón o las de responsables políticos que aprovechan cualquier oportunidad para marcar perfil ideológico con expresiones que rezuman la peor de las excrecencias humanas: el odio al diferente.
La primera es que el debate sobre la inmigración, que no es otro que el de preservar la dignidad de las personas independientemente de su origen, no puede fundamentarse en criterios estrictamente económicos. Dignidad y precio son conceptos que no casan bien. Hay que asumir, también, que el desafío al que nos enfrentamos tiene siempre una dimensión local y territorial pero forma parte de un reto que implica al conjunto de la humanidad.