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Amina Ould. Sin embargo, la Sareb —propietaria de dichos pisos cuyo valor alcanza el medio millón de euros— suspendió el lanzamiento para revisar la vulnerabilidad de estos individuos. Los residentes de esta urbanización exigen al conocido como 'banco malo' que «cumpla sus promesas» y que aporte una solución a la situación que lleva años haciéndoles «la vida imposible». El aspecto de la mancomunidad de la calle vallecana dista un poco a cómo lucía en mayo, cuando los vecinos denunciaron por primera vez a ABC el calvario que sufrían.
La retirada de estas pancartas fue una condición que Sareb —la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria que nació en — propuso en un encuentro mantenido el 20 de mayo con los vecinos. Documentos, denuncias, pruebas de amenazas y un listado de cada uno de los okupas que residen ilegalmente en dicha urbanización. Y así fue, se programó un lanzamiento para el 10 de julio. Sin embargo, no constaban en la lista los nombres de los okupas que llevan haciendo la vida imposible a estos vecinos durante años.
Nos habían dicho que era de alto riesgo y que habría antidisturbios. Días antes de la esperada fecha en la que estaba programado dicho desalojo, esta sociedad paralizó la actuación. Durante este proceso, se han encontrado casos de todo tipo. Sin embargo, los residentes de diez de estos pisos okupados no colaboraron. Ni siquiera abrieron la puerta a los trabajadores que ahí se presentaron. Si no fuéramos escrupulosos y llega la comitiva judicial e identifica una situación de vulnerabilidad, no habría desalojo», explican.
Entre ellas, la transformación de un piso de un dormitorio a uno de dos y el cambio de calefacción de gas a una eléctrica. A pesar de la intervención de la Guardia Civil, el okupa se negó a abandonar la propiedad.
Me encuentro mal física y psicológicamente. Llevo de baja desde el 7 de junio. Este sería tan solo un ejemplo de tantos que los residentes de esta urbanización han enumerado a ABC. La historia se remonta a antes de la pandemia, cuando la empresa propietaria quebró y los pisos pasaron a ser activos de la Sareb. Sin embargo, no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que la Policía acudió a la urbanización tras una llamada de alerta: hubo un intento de forzar la puerta de un coche, aparcado en el garaje de la urbanización, que pertenecía a un vecino fallecido recientemente.