Sexo sin tabúes Augusta
Un carro tirado por seis caballos llevaba a la divinidad, los caballos enormes y de un blanco puro, con caros arreos de oro y ricos ornamentos. Más chicas interesantes: Sexo con desconocidos San Pedro de Alcántara, Putas para fiestas Montgomery, Buscar relaciones Cambrils
Vario Avito Basiano se presentó en Roma, la capital del Imperio, ataviado como sacerdote del dios sirio del Sol El-Gabal, del cual era un gran devoto. Sin embargo, con lo que no contaba su abuela era con que el joven quisiera tomar sus propias decisiones una vez se viera en posesión del poder absoluto.
Añadir una nueva deidad al panteón romano no era en realidad un problema. Todo eso provocó un gran revuelo en Roma, malestar que poco a poco fue extendiéndose a todas las capas de la sociedad. Aquellas que rompieran su voto de castidad debían ser castigadas severamente: eran condenadas a ser enterradas vivas.
Pero al joven emperador no solo le gustaban las mujeres. Sus gustos sexuales también incluían a los hombres, mejor si estos eran fornidos. Entre sus amantes masculinos destacan Hierocles, un esclavo griego que a la vez era su auriga predilecto, y también Aurelio Zótico, un atleta griego famoso por su belleza y masculinidad. Entre sus amantes masculinos destacan un esclavo griego que a la vez era su auriga predilecto, llamado Hierocles, y Aurelio Zótico, un atleta griego famoso por su belleza y masculinidad.
Pero las extravagancias imperiales no quedaron aquí. Pero los celos entre los dos "maridos" del emperador no tardaron en surgir, y algunas fuentes dicen que Zótico fue envenenado por Hierocles y otras que fue expulsado de la corte al no lograr satisfacer sexualmente a su emperador y marido.
Pero al parecer no todas sus actividades eran tan inocentes. Si esto fuera cierto, estaríamos hablando del primer caso documentado de transexualidad. Una de sus principales aficiones era la de prostituirse en tabernas y lupanares, y no solo eso, sino que hizo instalar su propio burdel en las estancias de palacio. Incluso se dice que llegó a ofrecer cantidades astronómicas de dinero al médico que fuera capaz de sustituir sus genitales. Durante una de las muchas y rutinarias sesiones del Senado, el emperador ordenó la presencia de su madre, Julia Soemia Basiana, un hecho absolutamente insólito y que escandalizó a los senadores.