Sexo en el ascensor Don Benito
Tengo dos brazos, pero no tengo dedos. Más chicas deseables: Esposas calientes Toledo, Sexo sin formalidades London, Acompañantes de lujo Aurora
Me gustaba el box. Ya no. Disfruté mucho la época de los Creer es un ejercicio difícil, complicado. Solemos desconfiar simplemente porque el resto desconfía.
O sea, que no confío porque no confiarían en mí. Ese es el signo de nuestros tiempos. Otra de las cargas que la ideología liberal, la del todo vale, nos obliga a llevar. Y vaya que pesa. Confiar en cambio, es muy difícil. La evolución alentó en nosotros la desconfianza. El hombre de las cavernas era desconfiado. Y era egoísta. Cómo no serlo si cualquiera le podía quitar la comida recién conseguida. Y la comida era la vida, por eso desconfiar era vivir.
Afortunadamente evolucionamos y descubrimos que la confianza redituaba. Un día, ese rudimento de hombre descubrió el altruismo y evolucionó. De ahí a la empatía había un paso. Sin embargo, algunos siguen en las cavernas. No tengo motivos racionales, pero creo en Reimond. Me guía mi intuición y el, hoy pasado de moda, concepto del altruismo. Lo hago porque considero que confiar es mejor que desconfiar. Siento que crezco. Es que prefiero ver el vaso medio lleno al vaso medio vacío. Y siempre elijo creer a dudar.
Prefiero ser iluso, tonto, ingenuo, inocente, a escéptico o incrédulo. Prefiero mil veces la esperanza a la desconfianza, la ilusión a la desesperanza. Pero no siempre fui así. Aprendí a ser confiado. Me costó pero aprendí. Prefiero ser optimista a pesimista, reír a molestarme, mirar a los ojos a bajar la mirada; algo difícil en el país donde se sospecha de todo y de todos, y la amargura y la baja autoestima casi nos definen como nación.
Soy un iluso en todo aspecto. Por eso subo hasta diez pisos y lo hago con mucho gusto, y de paso hago ejercicios, pero ascensor nunca uso. Bajo esta premisa todos los ciclos me voy con mis alumnos a hacer trabajo social.