Busco amor Fargo
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Porque hay veces que el escenario por el que transitan los personajes es, en cierta manera, su espejo emocional. De sus pasiones, de sus odios, de sus frustraciones, de sus deseos, de sus sueños. De su vida. Y porque ese espacio determina, obstaculiza, frustra o también favorece determinadas formas ser, de comportarse, de amar o de no saber vivir. Porque, en resumidas cuentas, todos somos producto de donde nacemos. Vamos, que el amor es el mismo sentimiento arrollador, enloquecido, arrebatador y ensimismado en todas partes, en China y en Chinchón, pero a nadie le parece extraño que enamorarse en París, con la torre Eiffel de fondo y una baguette bajo el brazo como escenario, no es lo mismo que en un tren cercanías de Atocha a Tres Cantos con un puñado de apuntes.
O que un huevo frito es un huevo frito en el bar de la esquina y en el Waldorf, pero chico, no hay comparación. El paisaje nos marca. Y el espíritu de un lugar cala como la lluvia sobre una camiseta de algodón. Pero también es cierto que hay pocas películas —o series de televisión— donde el espacio sea tan importante como la misma historia, porque la historia de sus personajes se hace pequeña en comparación con la grandelocuencia del paisaje donde sucede.
Y porque los personajes son meros peones en medio de una naturaleza que marca las reglas del juego y donde ellos mismos son conscientes de ser juguetes del destino.
No hace falta echar mano de ejemplos, Fargo es el mejor. El frío y las ventiscas lo paralizan todo. Es normal que los sentimientos, las pasiones y las venganzas estén ateridas. Donde todo se tapa bajo un uniforme manto blanco en la que se marcan las huellas de sus habitantes por la mañana y a la tarde, el viento las borra para siempre.
Donde el frío asfixia y solo el alcohol calienta la sangre, donde el hombre sabe que no puede luchar contra los elementos, pero pueden ser sus aliados. Pero como suele suceder en el cine, Fargo no es Fargo.