Sexo sin condiciones Delicias
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Me tengo que apurar. Si nos sorprende se formaría un lío monumental. Aumento el ritmo de mis embestidas. A la señora Camila le encanta el sexo anal. Es una cuarentona algo regordeta, con senos no muy grandes, pero bonitos y bien parados, y con un trasero de gran tamaño y forma de corazón perfecta. Se que eso la vuelve loca. Eso casi le causa problemas con su esposo. Le doy una gran palmada en sus nalgas, en el costado que queda descubierto.
De nuevo ahoga su grito con la almohada. Al menos la oficial. Esta casada hace muchos años. Su esposo es bastante mayor que ella y ya no la busca. Es conmigo que ha encontrado solución a sus necesidades sexuales mal atendidas.
Me sorprende que se haya tardado tanto para descubrir las delicias del sexo anal. Debe ser algo frustrante descubrir a la mitad de tu vida que te estuviste perdiendo algo que pudo haberte hecho mas placentera tu existencia. La señora Camila es sumisa en el sexo. Le gusta ser dominada. Pero no es tímida. Ya tenemos establecida una especie de juego de roles. Yo soy el amo y ella mi esclava. Cuando llego a su casa asumo mi papel y ella el suyo. En ocasiones le ordeno que se suba su falda y que se baje sus calzones y la recuesto boca abajo sobre la mesa del comedor y procedo a penetrarla allí mismo.
En otras ocasiones solo le ordeno que se desnude y se exhiba ante mi. Es entonces ella la que de rodillas me pide que la penetre por el ano. A ella le gusta que la azote con mi pene en su cara. Le gusta que la torture con palmadas en sus nalgas. Cuanto mas fuertes, mas goza. Se retuerce bajo mi cuerpo. Mi primera vez con la señora Camila no fue tan sencilla.
Ella al principio solo tenía curiosidad. Me invitó a su casa por sugerencia de una amiga suya que ya conocía mis habilidades sexuales. Al principio solo le gustaba desnudarme y hacerme sexo oral hasta hacerme venir en su boca.