Putas para fiestas Dresden
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El cementerio de Der Neues Annenfriedhoff era un vedado de largas filas de nichos rodeado de una boscosa arboleda. Un jardín se extendía con bancos y caminos que terminaban en un pequeño bosque. Aquella mañana de septiembre, un puñado de personas despedíamos al negro Pedro pescado bajo un brumoso cielo que amenazaba con nubes espesas.
Las hojas amarillas del otoño bailaban entre las tumbas azotadas por el viento. Renato Céspedes abandonó La Habana en , y junto a muchos compañeros, se instaló en Dresden. Andresito se acercó a la tumba y colocó unas rosas blancas sobre el nombre de su viejo amigo. Advertí a lo lejos una mujer regando plantas, y cambiando flores junto al recuerdo de un familiar, un anciano con ayuda de dos jóvenes se inclinaba en otro nicho para depositar una maceta.
Se respiraba una paz fresca. Un arco sostenido de columnas ofrecía la entrada al cementerio. Seguro que viejas amantes —espetó el gordo Rolando entre discretas risas—.
Tremendo tigre era el Negro. Ofrecieron con urbanidad la mano a su exesposa y a su hijo, y se colocaron junto a la comitiva de conocidos. La nieve amortiguó la caída, y a partir de ese episodio, una cojera acompañó a Renato. Era un hombre corpulento de piel negra, espíritu jovial y mirada plomiza.
Sus ojos acuosos eran tristes y rojizos. Antiguas fotografías de la Neustadt, Altstadt y de la Frauenkirche en reconstrucción. Si tu agarras bien a la jeva, no se te va. La sacas a bailar y tremenda jodedera, asere solía instruirme. El barrio de Löbtau era tranquilo. La larga avenida estaba concurrida por un rumor urbano de sirenas. Ya en bar La lanchita , nos juntamos para brindar por su recuerdo.