Aventuras sin promesas Molins de Rei
Por una lado, empezamos con la investigación del cuerpo que aparece desmembrado, vamos ahondando en ella, pero de un momento para otro nos introducen en lo que parece que es una secta de manera muy abrupta. Más chicas: Relaciones esporádicas Durango, Citas sin ataduras online Sant Andreu, Sexo en el avión Andorra la Vella
Tampoco nadie habló de Alejandro Morera Soto cuando el guardameta paró, y mucho, en el Levante, seguramente a causa de las ocho décadas transcurridas, pero vale la pena recrear la biografía de aquel personaje singular, casi canonizado en su país de origen, Costa Rica.
Muestran los ticos una inveterada costumbre a glorificar a sus glorias nacionales, a aquellos paisanos que disparan el orgullo nacional de tan diminuto país hasta el extremo. El seguimiento del triunfo de Navas en su propia nación ha rozado la beatlemanía o casi.
Con su abuelo y predecesor Morera sucedió exactamente lo mismo cuando España ni siquiera había padecido su Guerra Civil. Vamos a recrear esta desconocida y apasionante historia. Los hijos de los terratenientes, educados en Inglaterra, habían importado el foot-ball mucho antes incluso de que se desparramara por el Viejo Continente, con casi veinte años de ventaja —y eso es mucho— sobre su llegada a España.
Morera apenas rozaba el 1,65 de estatura, moreno, delantero goleador con empeine prominente, exagerado, llamado Pie de piña entre los suyos. Para abreviar con su biografía, fue Solera quien le abrió camino para recomendarle al equipo del Centro Gallego de La Habana, donde Morera hizo sus pinitos siendo apenas adolescente.
Después, regresó a casa para ganar dos campeonatos con su Alajuelense del alma antes de llamar la atención del Hakoa All Stars, equipo judío del barrio neoyorquino de Brooklyn, donde aprendió trucos importados por emigrantes de Centroeuropa. Naturalmente, si eras gran goleador, el reto se llamaba Ricardo Zamora, el Divino, considerado, urbi et orbe y sin necesidad de globalización, el mejor arquero del planeta.