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Los debates no son nuevos. Persisten las controversias acerca de los regímenes jurídicos, que se mantienen similares a los de hace casi años, como si los cambios sociales y culturales no hubieran alterado las relaciones prostibularias ni los modos de pensar la prostitución. Tanto en la literatura como en el habla cotidiana encontramos frecuentemente ambigüedades para definir la prostitución: lenguajes muy connotados —racistas, sexistas, clasistas— o miradas focalizadas solo en algunos actores o aspectos del mundo prostibulario.
Por mi parte, no puedo evitar usar las palabras que condicen con mi pensamiento, aunque respeto los modos de nombrar de las autoras y los autores cuando los cito. Otra aclaración de partida es que en muchísimos textos se habla en femenino, aun cuando también, en diferentes pasajes, se hace referencia a la prostitución masculina. Pero entre ambas visiones hay muchas otras demarcaciones del fenómeno prostibulario.
A veces se lo limita a un hecho delictivo o de comportamiento «desviado»; en otros casos se pone la mirada en las motivaciones de las personas prostituidas o en alguno de los actores que participan del mundo prostibulario, entre ellos las organizaciones proxenetas y su dimensión globalizada. Las perspectivas, énfasis o aspectos no tenidos en cuenta tienen consecuencias en las propuestas y políticas, que a veces pueden ser complementarias y otras, opuestas y contradictorias.
Como consecuencia, existe inevitablemente una polarización en los debates en cuanto a las políticas que deben adoptarse. Sin embargo, sería simplificar mucho reducir la cuestión a la oposición abolicionismo-legalización, aunque en el debate político-jurídico este clivaje parece ocupar el centro de la escena.
En la bibliografía académica, encontramos enunciaciones tales como las que sostienen que el hecho de que «ciertas conductas sexuales El mismo autor señala que hay quienes consideran prostitutas a las mujeres promiscuas, a las secretarias que se acuestan con sus superiores para ascender en su carrera o a la mujeres casadas que mantienen relaciones sexuales a cambio de dinero o beneficios. Paola Tabet, antropóloga italiana, remarca la existencia de un continuo entre matrimonio y prostitución, ya que en ambas instituciones existirían «intercambios económicos y sexuales entre mujeres y varones» 5.