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Castellani , Vórtice, Buenos Aires, Por Octavio A. Castellani, el profeta incómodo. El Misterio. No se puede tratar de resolver el enigma Castellani. XIX al modo de Salinger; se explica así que recurra a través de todo el libro y ya desde el comienzo, a las astucias del cine o la novela al describir la vida de los abuelos de Castellani en el siglo pasado, allí va intercalando relatos o pinceladas de aquella refinada Florencia a la vez que los malones mocovíes soportados por los nonos en Resistencia y en San Jerónimo del Rey.
Estamos, en fin, ante una biografía autocomentada y documentada en paralelo con la experiencia de Randle. Esto anida en la naturaleza de las cosas humanas, pero el acierto consiste en expresarlo con gracia y franqueza, en las antípodas de tantos «científicos» con poses de objetividad y racionalismo.
Utilísimas las frecuentes síntesis de temas específicos como el del mejor alumno jesuita de p. Gladius 52 , un favorito de Randle. Incluso la teología, lo que como a Chesterton, le fue reprochado Castellani fue el ejemplo supremo del periodismo católico: en la Argentina firmó unos artículos comentarios, etc.
Recuerdo esta obviedad: la forma literaria tiene que ver con el fondo personal y universal. Y hablando de poesía, el P. Réboli S. La vida de la Compañía no es poesía sino prosa pura, aunque dé gran gloria a Dios. La poesía es una deidad peligrosa. Castellani no le llevó el apunte, porque era como suicidarse, y sin duda esta es la causa poética y estilística de la expulsión. Marcel Jousse S. J, sus ritmos, asonancias, expresividad, vocabulario, etc. Deuda y perspectiva de Randle. No se veía antes del todo tampoco, digamos la verdad.
Si deseamos ubicar intelectualmente a Randle, eso sí sin encasillarlo en un grupo determinado, conviene leer un trabajo posterior al suyo: La religión del Concilio Vaticano II. Études Theologiques, Premier Symposium de Paris, donde sus autores profundizan con especial rigor teológico las objeciones diseminadas en una amplísima bibliografía. Pero dejemos el asunto y no nos pongamos a hablar con el autor de estas dos mujeres de Castellani, porque, entre nosotros, Ud.