Aventuras discretas Concepción
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La festividad de la Inmaculada Concepción sirvió de marco para la inauguración de la estrella de la torre de María en el templo de la Sagrada Familia de Barcelona. La luz nos trae un mensaje de esperanza. Conmemoran un milagro sucedido con el aceite del candelabro del segundo Templo, después de ser liberado de la profanación perpetrada por los invasores helenistas durante la guerra de los Macabeos. Los textos del Antiguo Testamento ya anunciaban una luz que brilla en medio del pueblo que habita en tierra de sombras Is 9, 1.
El prólogo del Evangelio de Juan proclama que la Palabra -el Logos- es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres Jn 1, 9. Una luz que guía hacia la Luz. Esta estrella nos ayuda a entender el significado de la luz de la que nos habla el Evangelio. No se trata de un fenómeno apoteósico, tan atractivo en sí mismo que nos deja atónitos y fascinados. Como a los Sabios, nos moviliza.
Como a Abraham, nos invita a salir de nuestra tierra, de nuestras seguridades, para emprender una aventura. Como su misión es iluminar y no ofuscar, su brillo no deslumbra, ni su resplandor obnubila. Tanto es así que pasó inadvertida para muchos, incapaces de percibirla.
Solo los que estaban atentos y receptivos la vieron, y viéndola, abrieron sus ojos a la realidad: pudieron encontrar al Mesías Mt 2, 9. Tampoco es una luz inquisidora que nos acusa. No es un foco delator que vigila nuestras acciones con el fin de sorprendernos en cualquier posible infracción. Sin embargo, pone al descubierto lo bueno y lo malo. Revela las intenciones ocultas del corazón y las consecuencias de nuestros actos. Los sabios, siguiendo la estrella, fueron luz para Herodes.
El monarca, sin verla, quedó iluminado por ella y salieron a la luz sus oscuras pretensiones. La luz penetra la opacidad de lo real. Lo hace transparente. Nos guía en medio de las sombras, aunque de manera discreta, sin forzar nuestra libertad.