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A los 90 y con la mayoría de los pecadores ya muertos, lo cuenta casi todo en Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood. Pero Servicio completo es también el relato de la vida de un personaje fascinante, como salido de la picaresca del Siglo de Oro español.
Empecemos por el personaje: si hemos de creerle, el sexo fue el eje de la vida del hoy nonagenario Scotty Bowers. Nacido en una granja de Illinois, en su primera infancia en un colegio religioso ya los curas se turnaban para abusar sexualmente de él, pero en su relato no lo presenta como violación o tortura sino como el inicio de una carrera centrada en servir y hacer felices a personas necesitadas de sexo.
Nada, ni la pederastia, es motivo de condena o crítica en este libro. Y apenas terminada la guerra, comienza la farra sin frenos: Bowers consigue trabajo en una gasolinera de carretera cerca de la meca del cine, y en unos meses ya desfila por allí toda clase de buscadores de sexo ocasional. El mismo Scotty proporciona lo que puede, comenzando con sus primeros ligues: el legendario actor Walter Pidgeon y el mítico director George Cukor.
Aunque con los calzoncillos bajos, no parecía ni legendario el uno ni mítico el otro. El precio usual, elevado en los cuarenta y cincuenta, era de 20 dólares. La mayoría, porque la represión de las homosexualidad y el cuidado de los grandes estudios por la reputación de sus actores requerían sigilo y nocturnidad.
Scotty Bowers lo sabía hacía décadas: Hudson estaba en su grupo habitual de clientes, junto con Cary Grant, Montgomery Cliff y hasta los duques de Windsor. Pero también había quien buscaba mujeres, sobre todo jovencitas. Caso aparte eran las lesbianas secretas, como Katherine Hepburn. Mientras la Metro Goldwyn Meyer promocionaba en todas las revistas su romance con su compañero de reparto Spencer Tracy, Bowers asegura haberle proporcionado a ella cientos de morenitas su preferencia y a él alguna que otra noche de borrachera y sexo en su propia compañía.