Chicas sexys Dos Hermanas
En superchero. ♠ Más chicas para explorar: Parejas swinger Alaquàs, Masajistas independientes Humilladero, Agencia de escorts Santa Perpètua de Mogoda
Aunque la sociedad romana tenía como todas una serie de reglas acerca del sexo, en la intimidad muchos no las respetaban. Los hombres podían tener relaciones con miembros del mismo sexo o del opuesto y nadie les criticaba por ello, siempre que la otra persona tuviera menos estatus social sirvientes, esclavos e incluso hombres libres pero extranjeros.
En el caso de las mujeres casadas tenían que llevarlo con discreción porque estaba en juego su honor, pero las libertas o las extranjeras podían permitirse una mayor libertad ya que los romanos no las consideraban miembros de pleno derecho de la sociedad. La virginidad masculina era algo extremadamente mal visto en la sociedad romana porque el hombre tenía que ser siempre un dominador. En cambio, la mujer sobre todo si era de clase alta sí tenía la obligación de llegar virgen al matrimonio, principalmente por una cuestión moral: había que evitar que la mujer conociera el placer del sexo porque se consideraba que este conocimiento podía inducirla al adulterio.
Un hombre podía practicar sexo con quien quisiera, pero siempre debía ser la parte dominante. Ser penetrado por otro hombre equivalía a ponerse en una situación sumisa, todo lo contrario al ideal romano: la acusación de haber sido la parte pasiva en una relación podía bastar para arruinar la carrera de un político, como estuvo a punto de sucederle a Julio César en su juventud. Y cuando decimos extremadamente barata, no es una exageración: un servicio sexual económico podía costar lo mismo que una copa de mal vino, alrededor de uno o dos ases.
Este precio no solo se aplicaba a los peores burdeles, sino incluso a los ya mencionados servicios de las camareras, y se explica porque a esos lugares solo acudían las clases bajas y las mujeres que se prostituían y menos frecuentemente hombres eran esclavas o libertas pobres, que no tenían ninguna esperanza de ascenso social. Totalmente distintas eran las meretrices, el equivalente a las hetairas griegas: mujeres cultas y ricas que no solo proporcionaban sexo, sino también una compañía agradable.
En Roma se consideraba que el sexo era un regalo de Venus, la diosa del amor, y si era un regalo no había que ocultarlo ni despreciarlo. Abel G. Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas. Antigua Roma Romanos Especial Curiosidades de la historia.